Muchos analistas se han preocupado más por las variantes que podría tomar la crisis financiera actual, que por las consecuencias que pueda tener sobre los mercados financieros; de hecho, algunos consideran que está sobredimensionada y que los fuertes efectos observados, tales como despidos, reducción de operaciones y otros, son parte de una estrategia corporativa de reducción de costos y no, una respuesta real a las consecuencias negativas.
Por otra parte, varios analistas comentan que es posible que esta crisis sea de tipo escalada; es decir, que va resquebrajando distintos niveles de conflicto en la medida que la reacción de los participantes del mercado es más o menos negativa. Por ejemplo, los que sostienen esta teoría afirman que si la reacción del mercado a la crisis inmobiliaria no hubiese sido tan fuerte, es posible que la crisis de los mercados de titularización no se hubiera producido con la intensidad que tuvo y los bancos de inversión posiblemente no hubiesen colapsado de la manera en que lo hicieron.
Lo cierto es que la situación se ha empeorado y muy posiblemente arrastre a otros sectores, ya que se ha creado una especie de temor colectivo ante los posibles embates futuros. Quizás vale la pena mencionar que elementos pudieran todavía verse afectados y qué elementos podrían generar un cambio. Estados Unidos fue en primera instancia el generador de la crisis y sus consecuencias se ven exacerbadas principalmente por varios elementos, tales como:
1. Una cultura de consumo sostenida, soportada por la importación de bienes y servicios. Lo que ha hecho que la balanza de pagos de la economía sea deficitaria (en términos simples que se necesite financiar la economía para soportar el nivel de gasto.
No obstante, el aumento de los precios de las materias primas y en general el incremento de los costos de producción se ha traducido en mayores precios que han golpeado aún más el salario real y por ende han provocado una disminución de las ventas de las empresas y de su rentabilidad.
Adicionalmente, la crisis ha provocado una desactivación del mercado de créditos, influenciada por el temor de una nueva debacle bancaria y el deterioro de la capacidad de pago de los particulares.
2. Una falta de regulación del mercado, en términos de la protección al inversionista y la libre convertibilidad de productos. No es que el mercado de los derivados sea negativo, el problema es que se utilice deliberadamente sin ningún tipo de control, ya Enron y Parmalat habían dado muestras al mundo de lo que ocurre cuando se utilizan inescrupulosamente estos instrumentos, obviamente la lección no fue bien aprendida.
3. El fortalecimiento de otras economías. Que han desviado fondos de los países emergentes hacia Europa y Asia, generando oportunidades de inversión que han debilitado aún más la economía norteamericana y le han proporcionado pérdidas de espacio en el ámbito internacional.
Es obvio que la situación actual conlleva a preguntarse si la economía mundial está en la capacidad de ajustarse a los problemas internos de los Estados Unidos, que en definitiva deben ser resueltos para que se reactive su economía y con esto se despejen las consecuencias globales que ellos traen.
Tomando en cuenta lo anterior, podemos entonces decir que las consecuencias globales de la crisis en el supuesto que la economía norteamericana no logre mejorarse podrían ser entre otras:
1. La generación de crisis subsecuentes, como por ejemplo las tarjetas de crédito, sectores productivos, el empleo, fondos de inversión y retiro, las aseguradoras, las remesas y otras. Que pudieran empeorar el panorama de crecimiento económico para el 2009, obligando a los países a tomar decisiones de recorte presupuestario, devaluación y restricciones.
2. La generación de un clima de desconfianza crediticia, muy perjudicial tanto para los tomadores de préstamos como para los prestamistas, ya que los primeros no adquieren deuda por temor a verse afectados por incrementos de tasas, cambios de condiciones de mercado y otras y, los segundos simplemente consideran muy riesgoso el perfil crediticio, dada la situación actual.
3. La caída de las economías emergentes, ya que su dependencia a las exportaciones de materias primas y a la inversión extrajera, pueda afectar sus flujos de cajas al ajustar las expectativas de crecimiento a la baja por la cautela y disminución del los mercados más desarrollados.
4. Aumento de la pobreza mundial, producto de la mayor cantidad de familias que vería drásticamente cortado su ingreso por los despidos masivos generados por las empresas o simplemente por la reducción voluntaria del salario, con el propósito de salvaguardar las ganancias de las empresas.
Aunque puedan parecer muy drásticas estas situaciones, lo cierto es que dependen mucho de la forma en que las empresas y los países en general asuman la incertidumbre, si la asumen con todo pesimista, muchos de los comentarios anteriores pueden quedarse cortos en su alcance, pero si lo toman de forma más centrada, entonces las consecuencias pueden ser menos radicales.
Por otra parte, varios analistas comentan que es posible que esta crisis sea de tipo escalada; es decir, que va resquebrajando distintos niveles de conflicto en la medida que la reacción de los participantes del mercado es más o menos negativa. Por ejemplo, los que sostienen esta teoría afirman que si la reacción del mercado a la crisis inmobiliaria no hubiese sido tan fuerte, es posible que la crisis de los mercados de titularización no se hubiera producido con la intensidad que tuvo y los bancos de inversión posiblemente no hubiesen colapsado de la manera en que lo hicieron.
Lo cierto es que la situación se ha empeorado y muy posiblemente arrastre a otros sectores, ya que se ha creado una especie de temor colectivo ante los posibles embates futuros. Quizás vale la pena mencionar que elementos pudieran todavía verse afectados y qué elementos podrían generar un cambio. Estados Unidos fue en primera instancia el generador de la crisis y sus consecuencias se ven exacerbadas principalmente por varios elementos, tales como:
1. Una cultura de consumo sostenida, soportada por la importación de bienes y servicios. Lo que ha hecho que la balanza de pagos de la economía sea deficitaria (en términos simples que se necesite financiar la economía para soportar el nivel de gasto.
No obstante, el aumento de los precios de las materias primas y en general el incremento de los costos de producción se ha traducido en mayores precios que han golpeado aún más el salario real y por ende han provocado una disminución de las ventas de las empresas y de su rentabilidad.
Adicionalmente, la crisis ha provocado una desactivación del mercado de créditos, influenciada por el temor de una nueva debacle bancaria y el deterioro de la capacidad de pago de los particulares.
2. Una falta de regulación del mercado, en términos de la protección al inversionista y la libre convertibilidad de productos. No es que el mercado de los derivados sea negativo, el problema es que se utilice deliberadamente sin ningún tipo de control, ya Enron y Parmalat habían dado muestras al mundo de lo que ocurre cuando se utilizan inescrupulosamente estos instrumentos, obviamente la lección no fue bien aprendida.
3. El fortalecimiento de otras economías. Que han desviado fondos de los países emergentes hacia Europa y Asia, generando oportunidades de inversión que han debilitado aún más la economía norteamericana y le han proporcionado pérdidas de espacio en el ámbito internacional.
Es obvio que la situación actual conlleva a preguntarse si la economía mundial está en la capacidad de ajustarse a los problemas internos de los Estados Unidos, que en definitiva deben ser resueltos para que se reactive su economía y con esto se despejen las consecuencias globales que ellos traen.
Tomando en cuenta lo anterior, podemos entonces decir que las consecuencias globales de la crisis en el supuesto que la economía norteamericana no logre mejorarse podrían ser entre otras:
1. La generación de crisis subsecuentes, como por ejemplo las tarjetas de crédito, sectores productivos, el empleo, fondos de inversión y retiro, las aseguradoras, las remesas y otras. Que pudieran empeorar el panorama de crecimiento económico para el 2009, obligando a los países a tomar decisiones de recorte presupuestario, devaluación y restricciones.
2. La generación de un clima de desconfianza crediticia, muy perjudicial tanto para los tomadores de préstamos como para los prestamistas, ya que los primeros no adquieren deuda por temor a verse afectados por incrementos de tasas, cambios de condiciones de mercado y otras y, los segundos simplemente consideran muy riesgoso el perfil crediticio, dada la situación actual.
3. La caída de las economías emergentes, ya que su dependencia a las exportaciones de materias primas y a la inversión extrajera, pueda afectar sus flujos de cajas al ajustar las expectativas de crecimiento a la baja por la cautela y disminución del los mercados más desarrollados.
4. Aumento de la pobreza mundial, producto de la mayor cantidad de familias que vería drásticamente cortado su ingreso por los despidos masivos generados por las empresas o simplemente por la reducción voluntaria del salario, con el propósito de salvaguardar las ganancias de las empresas.
Aunque puedan parecer muy drásticas estas situaciones, lo cierto es que dependen mucho de la forma en que las empresas y los países en general asuman la incertidumbre, si la asumen con todo pesimista, muchos de los comentarios anteriores pueden quedarse cortos en su alcance, pero si lo toman de forma más centrada, entonces las consecuencias pueden ser menos radicales.
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